Título: #FakeYou. Fake news y desinformación
Editorial: Rayo Verde
Año de publicación: 2019
Género: Ensayo
Páginas: 217
Sobre la autora: Simona Levi et al.
Simona Levi es dramaturga, cofundadora de la plataforma de activismo digital xnet y del movimiento 15MpaRato. En 2017, la revista Rolling Stone la eligió como una de las 25 personas del mundo que están dando forma al futuro. Desde el 2017 diseña y dirige el Curso de Postgrado en Tecnopolítica y Derechos en la Era Digital de la BSM de la Universidad Pompeu Fabra.
#FakeYou ha contado con la colaboración de xnet y Robert Guixaró, además de Max Carbonell, Gemma Palau, Elizabeth Body y Gemma García, que llevaron a cabo parte de la investigación como participantes del curso de Postrado Tecnopolítica y Derechos en la Era Digital de la BSM- Universidad Pompeu Fabra, dirigido por Simona Levi y Cristina Ribas. También incorpora textos de Guillermo Martínez, Lorin DeCarlo y Tatiana Bazzichelli, Emanuele Cozzi y Luce Prignano, e incorpora material ilustrativo cedido por Mariluz Congosto.
Análisis:
Así de contundente introduce Levi (2019) la producción de las fake news : «(…) desde el origen de los tiempos, los grandes productores y viralizadores de fake news y de desinformación no han sido los ciudadanos comunes, sino los gobiernos , las instituciones, los partidos políticos, los medios de comunicación de masas, y las grandes fortunas y corporaciones (…). Y lo han sido por una razón muy sencilla: son los que tienen medios para hacerlo «(Levi, 2019: 13).
Si son los propios productores y distribuidores de información los principales responsables de la producción de fake news , no se puede dejar completamente en sus manos la verificación informativa. «La verificación de la veracidad informativa ya no es un monopolio de la profesión periodística: desde la revisión entre iguales (peer review) del ámbito científico hasta la moderación de comunidades de internet como Reddit, proliferan iniciativas que descentralizan esta actividad «(Levi, 2019: 20).
Desinformación
En el libro se repasa la intencionalidad de la desinformación como maniobra de distracción y los tipos de información con la intención de engañar. Reconocerlos puede ayudar a discernir la información. Levi cita a Claire Wardle para definir las categorías de contenido con la intención de engañar (Levi 2019: 26):
- Contenido engañoso: manipular la información.
- Contenido impostor: cuando se suplantan las fuentes genuinas.
- Contenido fabricado: contenido nuevo que es predominantemente falso y se ha diseñado para engañar y perjudicar.
- Conexión falsa: cuando los titulares, imágenes o leyendas no confirman el contenido.
- Contexto falso: cuando se difunde información genuina con información de contexto falsa.
- Contenido manipulado: cuando se utilizan información o imágenes genuinas para engañar.
- Sátira o parodia: puede convertirse en error informativo cuando el público la interpreta de forma literal.
Aunque se pueda llegar a reconocer la información falsa a veces los humanos incurren en el autoengaño porque procesan información de manera que apoye a las propias creencias, este hecho es conocido como el sesgo de confirmación.
Propaganda
Las fake news están vinculadas a la propaganda. Guillermo Martínez (2019) repasa las estrategias de propaganda atribuidas a Chomsky, aunque expone que parecen ser de Sylvain Timsit:
- Distracción: desviar la atención de los problemas importantes.
- Creación de problemas y soluciones: así se consigue mostrar la actuación del estado como un éxito político.
- Gradualidad: no emprender directamente medidas inaceptables para la sociedad sino acotar de forma gradual.
- Diferir: catalogar una medida necesaria como dolorosa, simulando que no se es partidario, así el público lo acepta con resignación cuando llega el momento.
- Vulgarización: tratar los receptores del mensaje como menores utilizando un lenguaje infantil.
- Emotividad: apelar a las emociones y no a la razón.
- Mediocridad: utilizar términos complicados que dificultan la transparencia.
- Normalización de la mediocridad.
- Autoculpabilidad: hacer sentir culpable a la ciudadanía.
- Elisión de datos: poder anticipar con precisión el comportamiento del público.
Martínez (2019) recuerda que la ideología se crea utilizando la metáfora. Además, también explica cómo se crea la posverdad. «Los nuevos marcos propagandísticos conocen las aportaciones de la lingüística cognitiva, y los utilizan para construir posverdades a través de fake news. La postveritat no es, quizás, más que una realidad no verificada, densa y aparentemente real, fundamentada a través de fake news «(Martínez, 2019: 54).
En el libro la desinformación es presentada como un negocio, como la industria de la desinformación. Se exponen los procesos electorales de Estados Unidos, México y España. Se explica cómo a través de las redes sociales se quiere detectar, a través de algoritmos y machine learning personas indecisas y vulnerables y hacerlas cambiar de opinión. Se argumenta que la mayoría de la gente no es vulnerable pero que los agentes de la desinformación si que buscan las personas más vulnerables.
Bots y perfiles falsos
Uno de los métodos utilizados para crear ruido en las redes son los bots y los perfiles falsos. Se distinguen porque incluyen secuencias numéricas en los nombres de usuarios, utilizan fotografías robadas como perfil y escriben contenidos incoherentes. Los bots tanto pueden ser automatizados como conducidos por humanos. Se dedican a crear trending topics , etiquetas o hashtags recurrentes, trolear para generar polémica y mencionar de forma artificial. Todas estas acciones imponen agendas y manipulan el peso de las informaciones que se difunden, generan una falsa sensación de opinión «ganadora». También se denuncia que las cuentas falsas actualizadas por humanos generan trabajos muy precarios.
A través de las redes sociales y los bots, los algoritmos han entrado en los asuntos públicos y en la gestión de la agenda de la opinión pública. Por ello, en el momento que se está automatizando la gobernanza, Levi (2019) expresa que hay una corriente muy clara que pide que toda tarea que se encomienda a un algoritmo debe ser auditable, para saber qué operación se le ha pedido hacer y asegurar que no vaya contra las personas y los derechos y libertades fundamentales.
Otro tema que se expone en el libro es el de las empresas que se dedican a vender seguidores, likes y visitas; y como los políticos y partidos compran estos servicios, no de forma directa, sino a través de las agencias que ejecutan las campañas, para así no ser identificados.
Polarización y filtros burbuja
Emmanuele Cozzi y Luce Prignano (2019) explican los conceptos de polarización y filtros burbuja o cámaras de eco. Estas dinámicas, junto con la difusión de las fake news, responden a las fases clásicas del control de masas: dividir, aislar y manipular. No son dinámicas nativas de la era digital, ya existían antes. Esto junto con el sesgo selectivo y el sesgo de confirmación, facilita difundir información personalizada cada vez a grupos más pequeños (burbuja) con contenidos cercanos a su ideología, se comunica a cada uno lo que quiere oír:
«Las personas con una opinión determinada terminan interactuando sólo con otras personas y contenidos afines a su propio posicionamiento, en un circuito de retroalimentación positiva que refuerza la percepción de la popularidad de la opinión que uno tiene» (Cozzi y Prignano 2019: 110) .
Fact-checking
Contrastar y verificar la información es un trabajo atribuible a los periodistas, pero desde el momento que se publican y difunden informaciones falsas, esta competencia queda diluida. Las personas (6 de cada 10) creen que saben distinguir una información falsa de una verdadera pero, a la hora de hacerlo, la realidad es que no saben (86%). Sólo el 5,8% reconoce contrastar o verificar la información (Estudio del grupo de investigación en Psicología del Testimonio de la Universidad Complutense de Madrid).
Recientemente han surgido iniciativas de Fact-checking conocidas como plataformas para verificar la información. Pero éstas son vistas con sesgo ideológico de izquierdas o progresistas entre la ciudadanía más conservadora. Al igual que la tarea informativa misma, los verificadores tienen su línea editorial y nunca son neutrales (Levi, 2019). De todos modos también se propone validar estos servicios revisando que no sean sesgados.
Proceso de verificación
Levi (2019) propone que sea uno mismo quien verifique la información que le llega analizando:
- Las fuentes: por ejemplo, las institucionales tienen un sesgo más evidente.
- Los datos: por ejemplo, si las estadísticas están «infladas», fotografías descontextualizadas.
- El análisis lingüístico de las piezas: con datos complementarios para apoyar las afirmaciones.
- Análisis de las narrativas generadas.
Algunos de estos procesos se podrían automatizar para facilitar esta tarea de verificación. De hecho, ya hay algunas aplicaciones y proyectos pilotos de verificación automática.
Fact-checking distribuido
Según Levi (2019) una de las características inherentes de los sistemas democráticos debería ser la vigilancia activa de los ciudadanos sobre sus instituciones. También se debería hacer uso de la trazabilidad de la información. Además, también serían útiles los procesos de verificación utilizados en el ámbito científico y en comunidades virtuales de plataformas abiertas como la Wikipedia o Reddit.
» (…) en las plataformas abiertas (…) las noticias engañosas tienen una difusión más limitada y una vida aún más corta. Las falsedades se desmienten con más rapidez y eficacia en los sistemas abiertos. En cambio, cuanto más cerrados están los usuarios en una burbuja o en una plataforma – como ocurre con Facebook -, más fácil es que las fake news perduren. Las noticias engañosas que se desmienten en Twitter reaparecen una y otra vez procedentes de WhatsApp, que es un sistema totalmente cerrado y funciona como un reservorio de información falsa. Cuando la gente acusa internet de ser una fábrica de noticias falsas, en realidad están revelando su propia ignorancia profunda: no debe confundirse Facebook y WhatsApp – curiosamente propiedad de la misma empresa – con internet, que realmente fomenta la participación y vigilancia abierta e inmediata de millones de personas «(Levi, 2019: 167).
El papel de las instituciones
Levi (2.019) manifiesta que la Comisión Europea ha centrado en «culpabilizar» la tecnología y la propia ciudadanía en la difusión de las fake news y ha obviado que la desinformación es un problema de los promotores y patrocinadores que son los que realmente se lucran de la desinformación. Igualmente la legislación analizada de diferentes países se centra en los internautas y fomentan el control y la censura de la red pero no se enfocan en la desinformación generada por las instituciones, partidos políticos, medios de comunicación, corporaciones y grandes fortunas.
La autora reivindica más transparencia en el etiquetado de la información patrocinada y establecer mecanismos que permitan a los usuarios saber porque han sido objetivo de un determinado anuncio publicitario.
Conclusiones:
Después de leer este libro, uno se da cuenta de que la desinformación y las técnicas de propaganda son tan antiguas como la propia existencia y de que la tecnología es una herramienta más para difundirlas. Pero si se analiza el fenómeno con una mirada crítica, la tecnología está, al mismo tiempo, al servicio de los poderosos y de la sociedad (pero no por igual porque todavía hay brechas digitales), y depende del uso que haga cada uno las bondades o perjuicios que pueda causar. Lo que no hay que olvidar, sin embargo, es que ha sido muy fácil culpabilizar y demonizar la tecnología de todos los males democráticos y a menudo se olvida que puede ser una herramienta igualmente poderosa para poner orden y cordura a las mentiras que circulan por la red.
Vistos el montón de intereses creados en torno a la desinformación y la industria que vive de ello, no hay duda de que depende de uno mismo verificar o desmentir toda la información que le llega; tarea nada fácil porque se necesitan conocimientos y tiempo. Es más, los propios sesgos de confirmación personal dificultan esta tarea.
Pero al menos ahora se es consciente de que el problema siempre ha existido, utilizando medios diferentes. El reto y la responsabilidad radica en apoderarse de Internet y las redes sociales para contrastar, verificar y desmentir informaciones falsas y no convertirnos en parte del problema con su transmisión. Pero el hecho de que la culpa a menudo recaiga sobre la propia tecnología como provocadora de todos los males, dificulta que la ciudadanía la vea como una aliada y no como una enemiga, lo que ya le conviene a la industria de la desinformación, aparentemente.
Preguntas para el debate:
- Antes de leer este libro ¿era consciente de cómo funcionaba la industria de la desinformación y la propaganda?
- ¿Intenta verificar y contrastar toda la información que os llega? ¿Qué sí y qué no? ¿Cómo?
- ¿Vive en un entorno donde se difunden muchas informaciones falsas? ¿Sobre qué temas?
- ¿A través de qué canales cree que nos llega más información falsa?
- ¿Puede poner algún ejemplo de relato de posverdad?
- ¿Está de acuerdo con el ejemplo que han puesto? ¿Por qué?
- ¿Cree que somos los ciudadanos quienes debemos desmentir informaciones falsas? ¿Qué credibilidad podemos tener? ¿Quién debería desmentir las informaciones falsas?
- ¿Cuáles son sus fuentes de información de confianza y por qué?
- ¿Qué datos mínimos debe tener una información para que la considere fiable?
- ¿Qué filtros pasa antes de compartir noticias / publicaciones?
- ¿Piensa que tendremos aplicaciones de auto-verificación pronto? ¿Serán fiables?