Título: De Orwell al Cibercontrol
Editorial: Gedisa S.A. Barcelona
Año publicación: 2015
Páginas: 232
Género: Ensayo
Sobre los autores: Armand Mattelard y André Vitalis
Armand Mattelard (1936) es un renombrado sociólogo belga que ha dedicado parte de su carrera profesional al estudio demográfico y las técnicas de control poblacional a través de la información. André Vitalis (1943), politólogo francés y profesor emérito de la Universidad de Quebec, ha centrado sus investigaciones en las ciencias de la comunicación y la información.
Análisi:
Esta obra se compone de siete grandes bloques temáticos, subdivididos en diversos apartados internos. En el siguiente escrito vamos a centrar nuestra atención en la parte final, bloques 6 y 7. En ellos, los autores analizan con mucha precisión los procesos de captación y explotación mercantil de nuestras identidades, así como los nuevos mecanismos de control invisible de la población. En este libro los autores reflexionan sobre un cambio de paradigma. Aquello que filósofo norteamericano Thomas Kuhn denominó fase revolucionaria de la ciencia. Es decir, momentos puntuales en la historia de cualquier saber en los que el modelo vigente empieza a manifestar desajustes (fase de crisis).
Con la entrada en siglo XXI, especialmente en la segunda década, de las tecnologías de la información como parte de nuestra cotidianidad, hemos presenciado un cambio en el modelo de control ciudadano. Pasamos de la visibilidad de la arquitectura disciplinaria (modelo Orwell) a la invisibilidad de las tecnologías de control (Cibercontrol). Las tecnologías de control son todas aquellas herramientas que, a pesar de no exigir dinero a cambio de sus servicios, se convierten en centrales de gestión de identidades personales. El precio a pagar son nuestros datos. Los ejemplos más palmarios son los motores de búsqueda y las redes sociales: “Google es un motor de búsqueda pero también una empresa a punto de saber más sobre los individuos que la CIA y el fisco juntos”(Matterlart y Vitalis, 2015: 181)
Debido a esa falsa apariencia de gratuidad, el usuario regala sus datos personales gustosamente, sin ser consciente de la finalidad y uso al que van destinados: “La conveniencia y las gratificaciones instantáneas les hacen olvidar los riesgos inciertos y mal identificados” (ibídem, 170). Esos datos, según comentan los autores, son utilizados para elaborar perfiles complejos y exhaustivos que permiten a las empresas de marketing hiperespecializar sus ofertas a lo que cada individuo podría desear. Es decir, nuestro perfil es pirateado. Como si de cartógrafos de identidades se trataran, empresas como Google, piratean nuestra identidad; primero palabras más utilizadas, luego contenidos y finalmente comportamientos. Pero, ¿Cómo podemos verificar que las informaciones registradas tienen relación con su finalidad?, ¿qué datos se deberían o no comercializar?, ¿Cómo establecemos qué es importante y qué no?, ¿es necesario conocer la orientación sexual de un individuo para venderle una tostadora? Sea o no relevante, no se desecha nada y debemos ser conscientes de ello.
En 2019 los límites siguen expandiéndose. Si hasta el momento las empresas utilizaban nuestros datos de búsqueda y preferencias, ahora, gracias a las nuevas técnicas de identificación biométrica, hasta nuestra imagen está pirateada. JetBlue (aerolínea norteamericana) ha introducido este tipo de tecnología para agilizar los procesos de embarque. Sin embargo, reducir el tiempo de espera lleva asociado algunos problemas. Mackenzie Fegan, usuaria de la aerolínea, se preguntó vía Twitter: ¿cómo es posible que la compañía utilice técnicas de reconocimiento facial si ella aún no les había cedido ninguna fotografía? De dicha polémica trascendió que la JetBlue desarrolló su sistema en conexión con la base de datos del US Customs and Border Protection lo cual ejemplifica una peligrosa relación entre datos de custodia gubernamental y el uso que de ellos hacen compañías privadas. Cabe decir que, en este momento, las tecnologías de reconocimiento facial en Estados Unidos no están sujetas a ningún tipo de regulación. Por tanto, el vacío legal vigente da cabida a casos como el de la señora Fegan por inmorales que parezcan. En consecuencia, Mozilla, en su tercer informe anual (2019) concluye que, aunque internet se está convirtiendo en un espacio más “sano” la IA y el reconocimiento amplían las injusticias. Por tanto, es necesaria la creación de mecanismos gubernamentales que regulen los abusos de las grandes compañías.
Otro problema destacado por Mattelart y Vitalis en el libro es el “feudalismo digital”: “Google, que en el mundo, en 2012, representaba el 83% de las utilizaciones de los motores de búsqueda, ejerce sobre el mercado un monopolio de hecho” (ibídem, 182). A pesar de la existencia de múltiples plataformas, unas pocas empresas han edificado “feudos” digitales atribuyéndose el monopolio de la explotación de datos personales. Así pues, es necesario un reequilibrio ya que “dada la calidad de los servicios ofrecidos por las empresas dominantes, que se benefician de los mayores efectos de red, los internautas llegan a convertirse en dependientes de aquéllas” (ibídem, 179). Por tanto, quedamos a merced de sus intereses. Una forma de salir del feudalismo digital expuesto en el libro podría ser la utilización de motores de búsqueda alternativos, dónde el usuario, además de no dejar su huella digital, evita ser bombardeado por campañas publicitarias. Por ejemplo, existen buscadores como DuckDuckGo que basan su diferenciación cualitativa en tres premisas: no guardamos tu información personal, no te perseguimos con anuncios y nosotros nunca te rastreamos.
La conclusión a la que podemos llegar, entre otras, es que este nuevo modelo de control, además de tener una clara orientación comercial, puede prever e incluso configurar la toma de decisión de individuos sin la necesidad de apelar a tácticas coercitivas directas. Este hecho facilita que el individuo perciba dicha decisión como libre; eliminado en él la sensación de estar siendo manipulado. Aunque, ¿realmente tu acción es voluntaria cuando los estímulos que te rodean están controlados por un tercero y con una clara intencionalidad? Todo lo mencionado anteriormente conduce inevitablemente a una pregunta: ¿a quién benefician los mecanismo de control? En un primer momento, parecería obvio que los grandes beneficiados son las grandes compañías digitales. Aún así, no es tan sencillo como parece. Debemos reconocer que la información que recoge Google sobre nosotros permite que la búsqueda sea más intuitiva, en consecuencia más atractiva. Por otro lado, el control de nuestros datos y búsquedas también puede beneficiar a la ciudadanía como colectivo aunque implique una merma de libertades individuales. Acciones terroristas o redes de pornografía infantil han podido ser desarticuladas gracias a que nos encontramos inmersos en el mundo de las tecnologías de control. Un ejemplo sería la macrooperación perpetrada por los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado en Mayo del 2018 contra una red de pornografía infantil a nivel nacional, en la que se detuvo, entre otros, a un joven de Magaluf. La red, presuntamente, intercambiaba imágenes de abusos a menores a través de un chat privado. Se trataba de un chat encriptado y desechable en el que las conversaciones se borraban una vez finalizadas. La paradoja que esto nos plantea es la tensión que se manifiesta en el mundo digital entre libertad individual y seguridad colectiva. ¿Qué debería pesar? La investigación, en el caso mencionado, duró casi dos años pues las características del chat utilizado por los pedófilos dificultaron enormemente la tarea policial. En ese sentido, podríamos traer a colación la reflexión de Richard A. Posner presente en el libro: “Posner asimilaba la vida privada con el disimulo y estimaba que querer protegerla era pretender sustraer a los demás el uso de informaciones que pueden ser utilizadas en favor de todos” (ibídem, 183). Si recuperamos la pregunta acerca de a quién beneficia todo esto, nos damos cuenta de que la respuesta no está clara. Existen posibles respuestas en función de la perspectiva que adoptemos pero ninguna sería absoluta o universal.
Datos de interés:
- En 2010, miles de alemanes se opusieron a la filmación de sus casas por Street View en aras de preservar su intimidad, especialmente cuando se filtró que también se absorbían datos personales de las redes WI-FI
- Google, en 2012, decidió acordar cheques regalo para los utilizadores de la red que aceptasen ser observados incluso rastreando los movimientos realizados con su ratones.
- En 2012, Google representaba el 83% de las utilizaciones de los motores de búsqueda en Estados Unidos.
- En 2012, Twitter (dónde se envían alrededor de 250 millones de mensajes al día) vendió dos años de archivos completos a una empresa especializada en márquetin.
- Según IBM, la utilización de Google, Facebook, Twitter y otros servicios conectados genera cada día la producción de unos 2.500.000 terabytes de informaciones.
- Google ha sido multada en Francia con 50 millones de euros por «falta de transparencia, información incorrecta y ausencia de consentimiento válido en la publicidad personalizada» (2019) https://elpais.com/economia/2019/01/21/actualidad/1548088756_370588.html
- Según datos de Unisys Security Inside, más de una tercera parte de los norteamericanos (38%) creen que las técnicas de reconocimiento biométrico mejoran la seguridad de sus smartphones mientras el 25% se muestra escéptico y el 37% no sabe o no contesta. https://www.securitymagazine.com/articles/86498-of-americans-back-biometric
- Sistema: sitio y lugar “Esta colaboración entre Google y la policía funciona de la siguiente forma: los inspectores proporcionan a Google un área geográfica y un periodo de tiempo y el gigante norteamericano le da la lista de los teléfonos que han estado presentes en ese momento en ese espacio. A continuación la policía trabaja con esa información y reduce su campo de búsqueda a unos pocos teléfonos. Google le facilita entonces los nombres y direcciones de correo electrónico de sus propietarios, que inmediatamente pasan a estar bajo la lupa de la policía. Como consecuencia de esta colaboración, un titular de un teléfono móvil vio publicado su nombre en la prensa en relación con robo, sin tampoco tener relación alguna con el caso. Un taxista también vio sus datos en la prensa por el mero hecho de haber pasado en uno de sus trayectos delante del escenario de un delito.” Google y su colaboración con las autoridades norteamericanas. https://www.tendencias21.net/La-policia-usa-datos-guardados-por-Google-para-resolver-delitos_a45229.html
Dudas abiertas:
- ¿Una empresa digital debe seguir la legislación del país dónde está afincada a pesar de desplegar su actividad a nivel internacional?
- ¿Cómo fiscalizamos el uso de datos personales?, ¿sería pertinente que las empresas pagaran impuestos especiales en función del volumen de datos personales que manejan dado que esos datos se han convertido en una mercancía comercializable que produce beneficios?
- ¿La privacidad es un derecho?, ¿dónde están los límites de lo íntimo?, ¿qué diferencia significativa podemos establecer, hoy en día, entre espacio público y privado?
- ¿Apostar por la seguridad colectiva va necesariamente ligado a disminuir los derechos individuales de privacidad?
- ¿Cómo podemos verificar que las informaciones registradas tienen relación con su finalidad?
- ¿Cómo perciben los habitantes de Baleares la ciberseguridad de sus smartphones? ¿Consideran que herramientas como el Face ID mejoran la seguridad de sus dispositivos?
- Pensadores como Markus Gabriel (filósofo alemán) consideran que es necesaria una revolución digital con el objetivo de destronar a esas grandes compañías tecnológicas que comercian con nuestros datos. Para empezar dicha revolución quizá sería conveniente redefinir qué entendemos por derechos humanos. ¿Deberían incluirse los derechos digitales dentro del Declaración Universal de los derechos humanos?
- Como usuarios de redes sociales: ¿Qué tipo de información es pertinente y cuál inadecuada cuando hacemos una publicación en redes?
- ¿Cómo articulamos la “autodeterminación informacional”?