Hoy entrevistamos a los profesores del IES Binissalem Jordi Albis y Catina March, responsables del estudio “Los adolescentes y las pantallas adictivas” elaborado junto con la UIB, que analiza el uso de las pantallas digitales que hacen los niños y niñas de entre 10 y 17 años de los centros públicos educativos de las Islas Baleares.
¿De donde surgió la idea de hacer este estudio? ¿Es una necesidad de la sociedad, tanto para los padres como para los docentes saber qué grado de adicción pueden llegar a generar las pantallas en los adolescentes?
La idea surgió de un encuentro que hicimos en el IES entre padres, profesores y alumnos. El encuentro tenía como finalidad mostrar a los padres los proyectos que habíamos hecho durante el primer trimestre. Acabamos el encuentro con una dinámica que recogía los intereses de toda la comunidad educativa del centro de cara a futuros proyectos. Una vez revisados estos intereses, vimos que había una preocupación importante por el tema de las pantallas adictivas, en este momento nos planteamos hacer un proyecto sobre pantallas.
Es una necesidad y una responsabilidad de padres y maestros regular el uso que hacen los niños y adolescentes de las pantallas. La mayoría no son conscientes del tiempo que pasan y hacen una mala gestión, no sólo de su tiempo libre, sino también del tiempo que deben dedicar a sus obligaciones. Hay casos de niños y adolescentes que dejan de lado su vida social por estar ante una pantalla. Este hecho, los perjudica en su crecimiento personal.
¿Pero tampoco pueden vivir sin internet …, se trata de conseguir un equilibrio?
No pueden vivir sin ello porque lo han conocido siempre, pero convendría evitar que se convertieran en víctimas de internet. El estudio muestra que los adolescentes se conectan a internet porque se aburren. Internet les abre las puertas a todo tipo de contenidos con mucha facilidad, saber gestionar cuándo y cómo consumir estos contenidos ya no es tan sencillo.
En esta edad les resulta complicado encontrar el equilibrio, se pasan el día recibiendo notificaciones de las redes sociales y están pegados al móvil de manera continua. Son todavía demasiado jóvenes para auto imponerse límites, y esta función, la de limitar y educar en el uso de las pantallas, corresponde básicamente a los padres y a la escuela.
¿Pensáis que es posible hoy en día «0 pantallas de 0-3 años»?
Es muy complicado que un niño no descubra las pantallas antes de los 3 años, todo dependerá de su entorno familiar. Hay modelos de familia que conviven sin pantallas, pero una vez salen del entorno familiar será relativamente sencillo toparse con alguna pantalla. No diría que es imposible, pero sí que es poco probable que no conozcan las pantallas antes de los 3 años.
La exposición social es prácticamente inevitable y es imprescindible que los padres pongan unas normas para que los hijos aprendan a moverse responsablemente en el mundo virtual. En el mundo real los peligros son más evidentes y, por tanto, más fáciles de regular. Cualquier padre sabe que tiene que enseñar a su hijo que antes de cruzar una calle debe mirar si viene algún coche o si el semáforo está verde. Todo el mundo es consciente del riesgo que supone cruzar una calle sin mirar. En cambio, no tenemos ningún problema para soltar una criatura por el mundo virtual sin un aprendizaje, sin unas normas. Los peligros están, pero son más invisibles y esta invisibilidad, invisibilidad y también desconocimiento, complica la regularización, la normativización. Ser padre o madre es complicadísimo. Regular el uso que hacen los adolescentes de internet genera conflicto porque el adolescente se opondrá al cumplimiento de las normas.
Cuando hablamos de normas a niños de 0 a 3 años, el cumplimiento no depende de los niños, sino de los padres y madres. A menudo exponemos a los niños de 0 a 3 años en las pantallas porque necesitamos un descanso. Damos el móvil a la criatura para que no moleste, para que esté entretenido, para que no llore.
Según el estudio que habéis realizado mayoría de padres no controla qué hacen sus hijos/as en internet (sólo un 1,4% afirma que los padres les controlan a través de una aplicación). El control parental disminuye a medida que los hijos se hacen mayores. ¿Puede resultar contraproducente este control? ¿Hay que apostar para que ellos mismos hagan un uso responsable?
Esta es la pregunta del millón.
La principal responsabilidad de los padres es educar a los hijos y es imposible educar sin imponer unas normas. Las normas nos dan seguridad: nos ayudan a saber qué hacer. Un niño sin normas es un niño confundido, desorientado. Las normas deben servir para hacernos la vida más fácil.
Decir que los padres han desertado de esta función es injusto porque los padres son un colectivo demasiado grande para hacer una generalización. Lo diremos de otra manera. Los padres no pueden desertar de la responsabilidad de poner normas a los hijos. Y donde es más difícil poner normas es en el uso de internet. Genera la sensación que se quiere impedir lo que no se puede evitar. El uso de internet se puede regular y se debe regular. Hay mecanismos para hacerlo. Lo importante es si los padres quieren asumir esta responsabilidad porque asumirla genera conflictos y somos una sociedad poco preparada para resolver conflictos. No es nada fácil.
Los docentes hablamos con muchos padres y madres. Los hay que expresan la imposibilidad que tienen de poner normas a sus hijos. Hay muchas casas donde mandan los hijos. Hay una verdadera dictadura de la adolescencia. Los padres que quieren empezar a poner normas a partir de los 12 años fracasarán. Las normas no se empiezan a poner los 12 años, las normas se empiezan a poner desde el minuto cero. Y con los móviles, lo mismo. No podemos pretender empezar a poner normas a partir de los 12 años y que nos funcione. Y otra cosa, no es suficiente poner normas, los padres deben dar ejemplo.
Los padres tienen más poder de lo que creen tener o lo que quieren asumir. Los padres son un modelo para sus hijos que imitan lo que ven. A los hijos, además de una mochila genética, les transmitimos unos modelos. Lo importante no es lo que les decimos, sino lo que hacemos. Es complicado convencer a un hijo de los riesgos del tabaco con un cigarrillo en la boca. Del mismo modo, es difícil, por ejemplo, que tus hijos no usen el móvil en la mesa si tú lo usas. Y la excusa del trabajo no es válida.
¿En el IES Binissalem también trabajáis los temas de internet seguro y de ciberacoso, nos podéis explicar alguna acción puesta en marcha desde el centro?
Hace años que el centro tiene un programa de cibermentores. Los cibermentores son alumnos que reciben una formación específica para poder mediar y resolver los conflictos que surgen en el instituto debido al mal uso que hacen los alumnos de las redes sociales. Es un programa que gusta y que ayuda, sobre todo a los más pequeños, a tomar conciencia de la necesidad de utilizar bien internet.
Por ejemplo, hay grupos de WhatsApp donde están todos los alumnos de 1º de ESO. Estos grupos tan numerosos generan conflictos porque el WhatsApp no tiene un contexto claro. En un grupo de, por ejemplo, 100 personas están todos tipo de relaciones y vínculos: amigos, conocidos, gente que se saluda, desconocidos, enemigos … Toda esta diversidad acaba mal. Esto se debe enseñar. No pueden tener grupos de WhatsApp tan numerosos.
¿Cuál es el papel de los docentes en esta lucha? ¿Debería ser como una «asignatura« transversal los buenos usos de internet y redes sociales?
Más que como una asignatura transversal, lo que tenemos que hacer los docentes es cubrir, de alguna manera las carencias que tienen nuestros alumnos a la hora de gestionar el uso que hacen de Internet y de las redes sociales. Acompañarlos en este aprendizaje. Actuar cuando vemos que hacen un mal uso y mostrarles las consecuencias que pueden tener.
La escuela no puede renunciar a la potencialidad de internet. Sería un disparate mayúsculo. Por lo tanto la escuela no puede renunciar a educar a los alumnos en el uso de internet. Les tiene que enseñar a hacer un uso responsable, pero esta tarea no debe ser exclusiva de la escuela.
Ahora bien, todos los institutos deberían regular el uso del móvil. No estamos diciendo si se debe prohibir o no debe prohibirse. No estamos diciendo cómo debe regularse. Lo que decimos es que es necesario un plan: un objetivo y una regulación. La normativa debe ser clara, debe ser asumida por la comunidad educativa y debe ser de obligado cumplimiento. Un instituto debe tener regulado el uso del móvil y, muy importante, toda la comunidad educativa debe conocer cuál es la normativa, la debe cumplir y la debe hacer cumplir.
¿Pasaría lo mismo con las Fake News, tendría que enseñar a los alumnos cómo distinguir fuentes fiables, etc … para no caer en la trampa de difundirlas?
Sí, con las Fake News pasaría algo similar, pero en este caso creo que sería más sencillo … Sólo hay que a mostrar a los alumnos que antes de reenviar cualquier noticia que les llega deben leerla, comprobar las fuentes y contrastarla. Precisamente en el instituto hemos estado trabajando durante dos cursos el proyecto Erasmus+ llamado «The image of the EU in the post-truth era» sobre Fake News.
«Lo dice internet» no significa nada. No tiene ningún valor. Antes se decía «lo han dicho en la peluquería». ¿Quién lo dice en Internet? ¿Qué dice? Antes el problema era el acceso a la información, la falta de información. Ahora sufrimos una inflación de información. La sobreinformación es una herramienta de desinformación. Este cambio obliga a la escuela a cambiar.
Uno de los grandes retos de la escuela es dotar a los alumnos de las herramientas necesarias para poder navegar por internet con un criterio para discriminar. Y esto parece muy complicado, casi imposible, pero también puede ser tan sencillo como tener una buena competencia lectora. Un buen lector, no en el sentido necesariamente de un lector de literatura, sino de alguien que entiende lo que lee, es peor de engañar que alguien que no entiende lo que lee: alguien que no discrimina.
En Baleares faltan profesionales TIC. ¿Cómo se pueden incentivar las vocaciones STEAM desde la escuela?
Las vocaciones STEAM deberían incentivar desde pequeños, y el cambio metodológico en el proceso de enseñanza–aprendizaje debería ser la clave. Los niños deberían percibir que lo que aprenden, no sólo en el ámbito STEAM, sino en cada uno de los ámbitos, tiene una utilidad y una aplicación en el mundo real. Hay evidencias de que aprenden mejor experimentando que haciendo de espectadores reproduciendo lo que ven en clase.
Y en particular, ¿como animar más las niñas a emprender carreras científico-técnicas?
En este aspecto es importante el trabajo que se hace en los institutos sobre la coeducación. La escuela pública es uno de los pocos lugares en que los ciudadanos viven en condiciones de igualdad – que no debe confundirse con el igualitarismo-, pero esto no significa que los adolescentes no tengan muchos prejuicios de género. Lo importante es descubrir la falsedad de estos prejuicios y visibilizar a las mujeres científicas.
A raíz de la situación vivida por el confinamiento con la finalización de curso online, y del nuevo curso escolar semipresencial por parte del alumnado, ¿como véis el futuro de la educación online? ¿Qué necesidades se plantean por parte de profesorado, padres y alumnos para su funcionamiento óptimo?
Esta es complicada. Estamos hablando del gran reto que tiene la educación. Un reto previo e independiente del confinamiento. El reto continuará, o debería continuar, más allá de la pandemia. Lo que ha hecho el confinamiento es derribar las paredes del aula, visibilizar lo que se hace en el aula y esta visibilización ha generado debate.
La tendencia general aún es entender la escuela como un lugar donde el maestro explica y el alumno escucha. Esta visión pervierte la percepción que los padres y los maestros, los maestros también, tienen de la presencialidad versus la semipresencialidad. El modelo del maestro que explica y el alumno que escucha responde a un mundo en el que el maestro tenía el monopolio del conocimiento. Internet le ha robado al maestro el monopolio del conocimiento. La escuela no puede obviarlo. El maestro debe asumir que ha perdido poder: debe aprender a compartirlo.
Y ahora, con la semipresencialidad, persistimos en el error de un modelo caduco. Si un maestro que explica en directo ya es poco eficiente, poco eficiente y aburrido, imaginaos un maestro que explica en streaming y con la boca tapada con una mascarilla. Hay quien pretende poner un alumno ante un ordenador para que mire como el maestro explica a otros alumnos que tiene en directo en el aula. Sólo con que pensemos un poco nos daremos cuenta de que el método está condenado al fracaso.
Lo importante no es lo que hace el maestro, sino lo que hace el alumno. El maestro no tiene que explicar, sino que debe diseñar una tarea que debe permitir al alumno aprender. La tarea debe prever qué herramientas necesitará el alumno para poder desarrollar y qué acompañamiento necesitará. No podemos olvidar que el aprendizaje es social y por lo tanto hay que delimitar qué podrá hacer en casa (no presencial) y que podrá hacer en el aula (presencial).
No estamos defendiendo una escuela no presencial, estamos diciendo que la escuela debe dar respuesta a la situación a la que nos ha llevado la pandemia. Y para darle respuesta no podemos obviar las herramientas extraordinarias que nos da internet. Ahora bien, de estas herramientas hay que hacer un buen uso. La clase, en streaming, no es hacer un buen uso. Si un docente considera que el diseño de la tarea requiere una explicación del maestro, convendría que el maestro se gravara en vídeo, sin mascarilla y tuviera muy presente la duración del vídeo.
Y el teletrabajo en la comunidad docente, ¿como valoráis la experiencia?
El teletrabajo durante el confinamiento fue una experiencia improvisada en un período de tiempo concreto: de marzo a junio. Fue una situación excepcional que sirvió para que muchos docentes se dieran cuenta de que lo que hacían en las clases presenciales era absurdo y cambiaron. Cambiaron por necesidad. Hay quien ha persistido a no cambiar nada.
Circulaba un vídeo por internet en el que una profesora explicaba análisis sintáctico a través del ordenador y un alumno tenía una respuesta grosera. La grosería del alumno es injustificable. Ahora bien, explicar análisis sintáctico es absurdo en una clase presencial. Hacerlo on line es demencial. El vídeo quizá era un fake, pero, como ejemplo, nos sirve.
En cualquier caso, el teletrabajo no es la escuela que queremos. Insistimos en que el aprendizaje es y debe ser social.
¿Nos podríais recomendar algún libro relacionado con las TIC que os haya servido de inspiración en vuestro trabajo?
Hay un libro publicado recientemente titulado «La fábrica de cretinos digitales: Los peligros de las pantallas para nuestros hijos» de Michel Desmurget, doctor en neurociencia y director del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación médica de Francia. En este libro Desmurget alerta de los peligros concretos que tiene el uso desmedido de la tecnología sobre el cerebro de los niños y adolescentes. Según el autor, «las pantallas dañan los tres pilares básicos del desarrollo del niño: la interacción humana, el lenguaje y la capacidad de concentración.»
¿Y alguna película/serie?
La serie de referencia cuando hablamos de pantallas adictivas es Black Mirror. Cierto. Una gran serie. Tiene capítulos sensacionales, pero los hay insufribles.
A mí me gustó mucho «Her». Es una película del año 2013 interpretada por Joaquin Phoenix. Habla sobre la Inteligencia Artificial. El gran mérito de la película es que cuenta una historia increíble, pero te la crees. Y eso que es absolutamente inverosímil.
Vamos a ver algunos de los resultados del estudio que nos han llamado la atención:
«El 76,5% de los adolescentes de las Islas Baleares afirma que se conecta a internet cuando está aburrido, el 93,9% se conecta sin ningún motivo», ¿internet es la principal fuente de ocio de los adolescentes? Esto puede suponer una falta de socialización, o un cambio en la manera de socializar?
Hoy en día puede afirmarse que internet y sus derivados; redes sociales, juegos online, visualización de vídeos y series, etc… son la principal fuente de ocio de los adolescentes, complementada siempre con la práctica de algún deporte ….
Sí, de alguna manera podemos decir que las redes sociales y los juegos online han cambiado la manera de socializar los adolescentes. Además, estas redes son muy dadas a malos entendidos entre sus usuarios y los adolescentes, que muy a menudo no encuentran la manera de gestionar los conflictos que surgen del uso inadecuado de estas redes.
Hay tendencia a pensar que el principal indicador de un uso problemático de internet es el tiempo: el tiempo de conexión. El tiempo es un indicador, pero no es lo más importante. Lo más importante es el objetivo de la conexión: ¿por qué nos conectamos? El uso problemático de internet aparece cuando nos conectamos sin una intención, sin un objetivo concreto. Este es el dato realmente preocupante: una gran mayoría de adolescentes se conectan porque no saben qué hacer, se conectan sin un objetivo.
Cuando hablamos de un objetivo de conexión, debe matizarse. Conectarse para mirar porno o para hacer apuestas online no es un objetivo, pero convendremos que no es un objetivo saludable.
Como educadores ¿pensáis que es positivo que un niño se aburra? ¿Puede, el ocio tradicional (juegos de mesa, lectura, cartas, …), competir con las pantallas?
Sí, sí. Es necesario que un niño se aburra. Estar aburrido forma parte de la vida. No estamos hablando de vivir instalados en el aburrimiento, pero conviene tener momentos aburridos. El aburrimiento es una forma de conocimiento, de autoconocimiento. Una de las grandes falacias sobre la vida es que la vida es maravillosa y divertidísima. Es falso. Y lo tenemos que aprender. La otra gran falacia es que los humanos somos sólidos, resistentes. Los humanos tenemos una capacidad admirable para crear tecnología, nos hemos dotado de una tecnología tan espectacular que nos hemos confundido. La capacidad tecnológica de los humanos nos ha hecho sentir imbatibles, pero ha sido suficiente con un virus para evidenciar nuestra fragilidad.
La tecnología a menudo nos confunde. Pensamos que los niños y niñas de 3 años son inteligentísimos porque saben manejar cualquier artilugio tecnológico. El superdotado no es el niño o la niña de tres años. El superdotado es el ingeniero capaz de diseñar una tablet que puede manejar un niño de tres años.
El ocio tradicional no puede competir con las pantallas. Del mismo modo que un coche de principios del siglo XX no puede competir con un coche actual. Esto no significa que no haya una gran admiración por los coches antiguos. Del mismo modo que durante el confinamiento las familias jugaban a juegos de mesa. ¿Pero quién juega ahora?
Aunque los seres humanos tenemos tendencia a hablar del pasado con términos elegíacos, en realidad casi nadie quiere volver. ¿Quién querría vivir como nuestros abuelos? Estamos más diseñados para avanzar que para añorar.
Todo el mundo lamenta que cierren los cines, los grandes cines de nuestra infancia. ¿Pero por qué cierran los cines? Porque nadie va. ¿Por qué cierran los hornos de toda la vida?
Sólo un 2,9% afirma que se conecta para estudiar, mientras que el 80,6% estudia con el móvil al lado: ¿puede ser una distracción o es una necesidad para consultar materias cuando estudian?
El móvil puede ser una herramienta para estudiar, pero los adolescentes no estudian con el móvil al lado para estudiar, sino para buscar una distracción. Es lo que decíamos antes sobre el aburrimiento. Está prohibido aburrirse. Si te aburres parece que estés enfermo y tienes que tomar una medicina. El móvil es la medicina contra el aburrimiento. Somos una sociedad muy poco tolerante con el dolor y el aburrimiento.
Un 79,2% se considera adicto a Internet, un 20,6% de adolescentes que se pasa más de 8h diarias ante una pantalla.¿Podemos hablar de adición con estas cifras?
Para hablar de adicción se tendrán en cuenta otros indicadores. Decíamos antes que el indicador que determina un uso problemático es el motivo de la conexión, pero el tiempo de conexión también es un indicador importante.
No podemos hablar de adición, como patología, para referirnos a un conjunto de población. Pero sí podemos hablar de un uso problemático. En cualquier caso, una persona que se pasa 8 horas diarias frente a una pantalla sin un objetivo – y si es con un objetivo convendría definirlo – tiene un problema de adicción.
Encontramos diferencias por sexos, las niñas se pasan más tiempo conectadas que los niños. Pero de entre los adolescentes que se pasan más de 8h diarias conectados hay más niños que niñas. ¿En las aulas también observáis comportamientos diferentes por sexos?
Sí , sí. Hay un patrón diferente. Los niños se conectan sobre todo para jugar a videojuegos y las niñas se conectan a las redes sociales. Cuando hacíamos el estudio, el videojuego de moda era el Fortnite. Buscamos alumnos del instituto que fueran grandes jugadores de Fortnite. No nos costó nada encontrar niños, pero sí que nos costó encontrar niñas que jugasen. Parece que ahora el juego de moda es Among Us. Este juego es posterior al estudio, pero parece que hay usuarios de ambos sexos.
Sin embargo, tal como afirmáis en el estudio: «Que las niñas se pasen más tiempo conectadas, no significa, sin embargo, que sean más adictas. El primer indicador para definir el grado de adicción de una persona a las nuevas tecnologías no es el tiempo, sino el motivo de conexión «. Vamos a ver qué usos hacen:
El 69,8% de los niños, cuando se conecta, juega a videojuegos. Las niñas (70,9%) prefieren las redes sociales. ¿Sabemos qué videojuegos prefieren y qué redes?
El estudio se hizo en el curso 18-19. Entonces el videojuego estrella era el Fortnite y la red social de referencia para los adolescentes Instagram. En la actualidad parece que Fortnite ha perdido fuelle y ahora el videojuego de moda es Among Us. En cuanto a las redes sociales, Instagram todavía está de moda, pero con la competencia de Tik -tok.
Los niños gastan más dinero en internet, ya que son los que mayoritariamente juegan a videojuegos y es en lo que se gastan más dinero. Mientras que las niñas apuestan más online. Hay más niños que niñas que gastan dinero para conseguir seguidores en las redes sociales. ¿Como se debería controlar que no se generen adicciones a los juegos online desde tan jóvenes?
Buuuufffff. La adicción al juego es el opio de los pobres. Tras los juegos online hay un negocio millonario. Durante el descanso de un partido de fútbol emitido por la televisión, los anuncios son de apuestas online. Además, la forma de vender el producto es perversa porque siempre hablan de lo que puedes ganar. Antes hablábamos de la competencia lectora, de discriminar las fake news. Aquí podríamos hablar de la competencia oral para descubrir la mentira del mensaje. Si no tienes una buena competencia lingüística, entiendes que si apuestas, ganas.
Prohibir los anuncios sería un primer paso, el objetivo final debería ser prohibir las casas de apuestas. Pero hay demasiado dinero en juego para prohibirlas. Que los alumnos tengan una buena competencia lingüística que les permita entender bien es muy complicado, muy difícil, pero no tanto como que prohíban las apuestas online. Por eso nos conviene formar alumnos competentes capaces de identificar una mentira.
Si bien los datos recogidos no permiten afirmar ni desmentir que el uso de internet que hacen los adolescentes perjudica a los resultados académicos, sí muestran su percepción: un 64,3% de afirma que el uso que hace de internet perjudica sus notas y un 34, 2% dice que no le afecta, y hay más niños que creen que sí les afecta que niñas. ¿Qué pensáis como docentes?
Los alumnos tienen la percepción de que el uso de internet perjudica su rendimiento académico y es una percepción que no se debe menospreciar. Esta percepción es un indicador de que utilizan internet más como elemento de distracción contra la enfermedad del aburrimiento que como herramienta para el estudio.
Los estudiantes de las Islas Baleares cada vez tienen el móvil más jóvenes. A los 15 años, el 97‘3% de las personas encuestadas tiene móvil. La mayoría de las personas encuestadas -51,9% – tiene el móvil a los 11 años o antes, pero en esta edad hay más niñas con móvil (76,5%) que niños (72%). ¿Qué consecuencias tiene esto?
Los móviles nos dan superpoderes. Uno de estos superpoderes es el de crearnos una identidad virtual. En Instagram siempre salimos más guapos y más guapas que en la vida real. Tener el móvil más jóvenes hace que creemos nuestra personalidad virtual antes de haber creado la propia, la real. Un indicador de un uso problemático de internet es la diferencia que hay entre tu personalidad real y la virtual. Cuanto más diferencia hay, mayor es la patología. La persona que mostramos en las redes es mejor que la persona que somos. Pero cada día tenemos que convivir con nuestra personalidad real. Cuanto más distancia hay entre la personalidad real y la virtual más complicada será esta convivencia con nosotros mismos.
¿Cuáles son las principales conclusiones que destacaríais de este estudio?
La principal conclusión es que tenemos un problema cuyas consecuencias aún no son visibles, ni están suficientemente definidas. La tecnología es una herramienta tan potente que nos supera. Avanza a tanta velocidad que somos incapaces de regular su uso. La tecnología tiene grandes ventajas y grandes inconvenientes. Las ventajas son visibles, los podemos evidenciar; las consecuencias, como sociedad, todavía no. Las consecuencias, las patologías adictivas, existen, pero todavía no son una pandemia.