Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de les Illes Balears donde imparte docencia. Su línea de investigación se centra en el concepto de dramaturgia -esencialmente de origen teatral- aplicada a los medios audiovisuales y a los contenidos ficcionales en distintas plataformas a las que no son ajenos los temas y conceptos derivados de la globalización, tanto económica como científica y tecnológica.Esta línea de trabajo, que se nutre de metodologías de trabajo interdisciplinares y transversales, se refleja en publicaciones, asistencia a reuniones científicas de carácter nacional e internacional, menciones en repertorios bibliográficos de especialistas reconocidos, participación en cursos de postgrado nacionales y utilización de la investigación en artículos, textos y cursos online masivos -Moocs- de universidades españolas. Igualmente, es responsable del grupo de investigación de la UIB «Representación, Ideología y Recepción de la Cultura Audiovisual» (RIRCA) e investigadora principal de tres proyectos nacionales competitivos: «Dramaturgias Televisivas Contemporáneas» (2007-2011) «Amenazas globales y miedos de la vida cotidiana en las dramaturgias audiovisuales contemporáneas: la representación de la realidad tras el 11-S» (2012-2014) y «El rol de la ficción televisiva en los procesos de construcción identitaria en el siglo XXI» (2015-2017).
1. El grupo de investigación al que pertenece Representación, ideología y recepción de la cultura audiovisual (RIRCA) analiza en profundidad distintos productos audiovisuales como películas o series televisivas. ¿Qué particularidades ofrecen estas plataformas para el trabajo crítico académico?
El grupo RIRCA tiene como objetivo principal el estudio y análisis de la ficción audiovisual no como mero entretenimiento sino como uno de los elementos esenciales de reflexión acerca de nuestra sociedad. De hecho, los relatos de la ficción televisiva y también la cinematográfica, los videojuegos y demás productos transmediáticos reflejan de manera contundente los enormes cambios que se están dando en la sociedad contemporánea. Estos cambios son tecnológicos, políticos, identitarios en el sentido más amplio del término, medioambientales etc. Desde nuestro grupo intentamos abordar el análisis de estos productos culturales, que son consumidos de manera masiva —gracias, por otra parte, a las plataformas on demand— y que están sustentados por un fandom que los devora e intenta aportar de manera distinta sus ideas para argumentos y personajes. A pesar de que la ficción audiovisual sigue siendo muy amplia en cuanto a temáticas y targets, no hay duda de que en los últimos veinte años se están creando series de televisión que plantean de manera crítica los valores de la humanidad y las consecuencias de los cambios de comportamiento sociales, así como reflejan las problemáticas de las minorías tanto sociales como sexuales desde perspectivas e ideologías muy diversas. Baste mencionar, entre otros títulos, Black Mirror, House of Cards, The Good Place, The Prisoner, Pose, Person of Interest o las recientes Chernobyl y When they see us.
2. Como docente universitaria, ¿cómo percibe la utilización de las nuevas tecnologías entre los jóvenes? ¿Los digital natives son un invento o realmente existe un marcado salto generacional?
Yo no pertenezco a una generación digital, de manera que me he tenido que introducir en el mundo de las tecnologías aprendiendo, curioseando, navegando y naufragando en ellas. Es cierto que me he convertido en una usuaria constante que no compulsiva y extraordinariamente curiosa por saber qué se está generando en este mundo. Sí que hay un salto generacional pero no solo con respecto a mi generación que suelo etiquetar de «jurásica» respecto a las tecnologías sino entre los propios jóvenes con fechas de nacimiento no excesivamente separadas. Supongo que por eso hay tantas tipologías de millennials y cada una de ellas tiene una relación diferente con las tecnologías. Yo veo que mis alumnos están enganchados a ellas, aunque tengo mis dudas de que las utilicen de manera correcta para ampliar conocimientos o que sean conscientes de que los aparatos ya son extensiones de su cuerpo y, lamentablemente, de su cerebro y comportamiento: veo que tienen portátiles impactantes, móviles de última generación y relojes inteligentes que, dicho sea de paso, utilizan para copiar en los exámenes por lo que hemos detectado en este año en mi departamento. Desde este último aspecto, creo que el ser digital native no parece resultar excesivamente positivo, aunque quiero pensar que no todos los jóvenes son así, aunque han aparecido noticias en la prensa que apuntan a esa dirección.
3. ¿Nos puede explicar qué es el subgénero cyberpunk? ¿y el postcyberpunk? ¿Qué otros subgéneros afines le interesan?
Una de mis debilidades son las ficciones relacionadas con el posthumanismo y sus distintas tendencias que, a veces, no están relacionadas solamente con las tecnologías sino en una revisión de los valores humanos, así como en la incidencia de las tecnologías en los cambios sociales. En cierta medida, el cyberpunk viene a ser eso en cuanto a argumentos y estéticas ubicados en un tiempo futuro de manera que el cyberpunk casi siempre se relaciona con el género de la ciencia ficción. El referente canónico suele ser Blade Runner de Ridley Scott. A partir de aquí se van produciendo derivaciones o subgéneros que inciden más en la estética (como el steampunk) o la incidencia de las tecnologías en épocas preindustriales e incluso prehistótricas (como el Stonepunk o el sandalpunk). Todas ellas suelen incorporarse en el postcyberpunk. Sin embargo, yo creo que sería una buena interpretación decir que el postcyberpunk es el reflejo de todos los presupuestos canónicos en la sociedad contemporánea. De hecho, los antiguos relatos de la ciencia ficción se sitúan en el mundo moderno y ya están aquí aunque, a veces, no nos demos cuenta o no queramos hacerlo. Algunos ejemplos pueden ser Westworld —con cosas más que discutibles—, Person of Interest, Orphan Black o Black Mirror. Todos ellos me interesan, aunque, la verdad, para postcyberpunk, los animes japoneses son esenciales: un título que me interesó mucho fue Mardock Scramble, además de The Promised Neverland y, cómo no, la obra de Satoshi Kon aunque no sea exactamente cyberpunk.
4. ¿Qué deberíamos tener en cuenta al intentar analizar ficción del subgénero ciberpunk o postciberpunk? ¿Son más importantes las tecnologías que allí aparecen o los dilemas asociados a ellas?
Por todo lo que os he comentado anteriormente, yo creo que lo importante, aparte de disfrutar estéticamente de cualquier ficción, es ser receptivo a las cuestiones que se plantean en este tipo de género. Pero también se da en géneros que no son cyberpunk y que tienen el mismo objetivo. Basta citar una sitcom, The Good Place o una serie de genuino humor británico como Good Omens y también las tres entregas en animación de los «Cuentos de Arcadia» de Guillermo del Toro.
5. Black Mirror ha sido un fenómeno muy mediático. ¿Qué opinión le merece la serie respecto a la divulgación del impacto de la tecnología en nuestras vidas?
La serie es realmente espectacular en cuanto a desarrollo argumental y en contenidos. Lo importante es que todos los temas que aparecen se dan en la realidad y eso lo podemos contrastar en nuestra vida diaria y en las noticias de la prensa. Cultura del «like» como casi un nuevo orden social, el morbo por las imágenes escabrosas —que, dicho sea de paso, también plantea Amenábar en Tesis—, la creación de nuevos políticos mediáticos por cansancio de la población, la pervivencia de la identidad digital tras la muerte etc. Todo esto se da. El problema reside en que las audiencias sean conscientes de lo que nos está contando la serie, que no se quede en decir «mira qué cosas pasan en la serie» sino que piense «realmente esto sucede, voy a seguir así o debo cambiar nuestros esquemas de pensamiento y comportamiento»
6. En su artículo Person of Interest como sistema narrativo cross/transmedia (2016) nos habla de las implicaciones éticas de la tecnología de prevención del crimen -pre crime unit- que aparece en la serie. Un sistema que clasifica y excluye a ciudadanos en función de su potencial criminal. ¿Cree que este tipo de tecnologías aportarían más seguridad o, por el contrario, contribuirían a agravar desigualdades? ¿Los ciudadanos tendríamos que saber a priori qué criterios utilizan para clasificarnos?
Bueno, la serie de Jonathan Nolan es conceptualmente compleja. Se emite diez años después de los ataques a las Torres Gemelas y plantea una sociedad de la vigilancia asumida por la población. Una vigilancia que no solo se contempla por las cámaras que hay en la calle, sino que nosotros mismos fomentamos con nuestros móviles sin ir más lejos. El punto de partida es Minority Report de Philip Dick con su unidad de prevención del crimen que en la serie de asimila a la detección de posibles terroristas, dejando de lado a los ciudadanos «normales» que se convierten en números, es decir, son objetos. La unidad de Harold Finch (el protagonista) y su máquina quieren revindicar la importancia de la persona en nuestra sociedad. La serie luego deriva hacia la utilización de los datos con finalidades políticas dictatoriales de manera hasta punto consentida inconscientemente por la población. Creo que deberíamos pensar en eso y en cómo asumimos de manera muy natural que todo el mundo tenga nuestros datos sin preocuparnos en cómo se utilizan después. Nos llenamos la boca con la idea del data mining pero no nos preguntamos nada más. Para mí, lo de menos es saber los criterios con que nos clasifican porque nosotros les damos pistas a las empresas sean del tipo que sea y ellas los usan para vete tú a saber qué. ¿No se han utilizado los datos personales para campañas políticas? ¿No salen a la luz las extrañas utilizaciones de los datos de Facebook? ¿No nos envían sugerencias de compras posibles de acuerdo con los artículos que visitamos de páginas especializadas? Pienso que este es el tema, la seguridad y la exclusión están dentro de este paquete global.
7. La ficción (sea literaria o audiovisual) nos sirve de escenario para imaginar mundos posibles y nuestra posición como especie en ellos. ¿Qué importancia tiene la ética en todo ello?
Creo que buena parte de la respuesta está en las anteriores. Me resulta muy difícil contestar pregunta a pregunta porque todo está relacionado. Pienso que la ética juega un papel fundamental ante la ficción, pero, sobre todo, debemos tener una actitud crítica abierta ante lo que se nos cuenta; una actitud no mediatizada ideológicamente —en el sentido más amplio del término. La educación es fundamental y me da la sensación de que en la actualidad se está más pendiente de incorporar la idea de la tecnología-sin-crítica a los esquemas de la competitividad industrial que de ver cómo estamos creando un mundo que cada vez es más distópico. En esto, la reivindicación de las Humanidades es esencial.
8. ¿Qué diferencias existen entre narrativas crossmedia y transmedia? ¿Son lo mismo?
Bueno, la verdad es que teóricamente no son lo mismo. O, al menos, yo sigo una distinción que han realizado muchos investigadores especialistas en ello. Los transmedia siempre implican una expansión de los universos ficcionales a través de distintos productos culturales y a través de plataformas diferentes. Por ejemplo, las consabidas menciones a Star Wars o Harry Potter, cuyos argumentos y personajes se expanden desde las películas y novelas a los cómics, videojuegos, merchandising, juegos de mesa, etc. Y donde cada uno de ellos sirve para completar informaciones que están en la historia original creando una especie de mundo particular reconocido e interiorizado por los seguidores. El crossmedia sería, más o menos, el hecho de que en un producto cultural confluyen mecanismos de otros productos. Yo lo trabajé en Person of Interest donde vemos la interferencia del cómic, del techno thriller, de la ciencia ficción canónica y de referentes cinematográficos concretos. Estos medios se integrarán a la perfección en el concepto y la estética de la serie. Bueno, más o menos es así, aunque cada narrativa tiene su personalidad y debe estudiarse por separado y con amplitud de miras.
9. Estos nuevos formatos han introducido la figura del prosumidor (productor-consumidor). ¿Cómo altera eso la estructura de las obras?
Lo que en principio era un planteamiento muy enriquecedor respecto a los productos (donde se planteaban debates, se hacían fanarts etc.), en la actualidad la figura del prosumidor se ha asimilado a la del fandom más radical y casi hater quienes se otorgan el derecho de pontificar acerca de cómo se están desarrollando los argumentos de series de televisión y cuestionar, por ejemplo, los finales de estas. El prosumidor se ha autocalificado como de profesional del guion e incluso de la interpretación, todo ello a través de las redes sociales donde se leen auténticas burradas. Uno de los últimos casos ha sido el final de Game of Thrones donde los seguidores pusieron bastante a caldo a los creadores por cómo se desdibujó para los seguidores acérrimos el «mito de la Khalesi»; o últimamente la retirada de las acusaciones de acoso sexual a Kevin Spacey ha hecho que las redes se incendien pidiendo que se ruede de nuevo la última temporada de House of Cards con el actor.
Afortunadamente, los creadores no hacen excesivo caso de ello. Y creo que no deberían hacerlo ya que parece que el fandom está planteando algo así como «series a la carta» con los criterios más absurdos.
10. Las nuevas tecnologías han facilitado el proceso de autopublicación. ¿Este hecho democratiza la publicación, aumentando su diversidad, o juega en contra de la calidad de las obras?
Justamente este tema surgió en el debate a un trabajo de fin de grado que realizó una alumna mía, Laura Riera. No creo que autopublicación y calidad estén reñidas, pero tampoco creo lo contrario. Sí que es cierto que la autopublicación favorece la aparición de historias interesantes que de otra manera no se conocerían —también obras infumables— pero luego son absorbidas por los circuitos comerciales tradicionales. Me da la sensación de que existe una cierta mitificación de la autopublicación de la que se derivan otros muchos aspectos de los que no somos excesivamente conscientes como la existencia de empresas especializadas —algunas de ellas sin ningún tipo de garantías— que no se alejan excesivamente en cuanto a funcionamiento de las editoriales tradicionales. Lo positivo para mí es lo que he comentado. Lo mismo pasa con los músicos y youtube: se dan a conocer y luego pasan a las discográficas y al sistema industrial tradicional.
11. Las humanidades están cada vez más denostadas, ¿cómo cree que deberían reinventarse para tener mayor cabida en la era digital?
Es verdad que las Humanidades están denostadas desde hace mucho tiempo porque parece que no entran dentro de los esquemas de la «modernidad». Yo no creo que tengan que reinventarse, aunque tanto desde los proyectos competitivos ministeriales, autonómicos y de becas para «Humanidades Digitales» se insista en ello y nos obliguen a pensar en cambiar temas de análisis para poder conseguir financiación. Creo que los investigadores en Humanidades somos esenciales para eso que llaman la «sociedad del conocimiento», que es un término precioso pero que, al final, parece que o no se sabe qué es o le faltan dos adjetivos que son «científico» y «tecnológico». Creo que las personas que investigamos en Humanidades estamos luchando contra la etiqueta de «seres inútiles o no productivos» que se da en la sociedad y en los planteamientos políticos sean del color que sean; planteamos la necesidad de recuperar el pensamiento crítico ante los acontecimientos históricos, artísticos y sociales. Creo que esto no es ser inútiles, bien al contrario. Eso sí, es difícil que generemos spin offs y eso implica que para la sociedad y las instituciones siempre seremos invisibles. Pero todos los investigadores en Humanidades seguimos peleando por ellas, cada uno en nuestro nivel.
12. ¿Nos puede recomendar alguna película/serie que le haya servido de inspiración en su trabajo?
La verdad es que intento ser una especie de esponja viendo cosas. Muchas de ellas no tienen relación con mi trabajo, aunque siempre intento encontrar algo que pueda ser útil académicamente hablando. Le tengo una extrema devoción a Law & Order: Special Victims Unit, pero últimamente me han seducido extraordinariamente por motivos diversos The Man in the High Castle, The Bletchley Circle, Mrs. Wilson y Big Little Lies que es una de las series mejor contadas que he visto. De la producción española reciente, Paquita Salas y Justo antes de Cristo, sin duda. Aunque debo confesar que me he vuelto muy nostálgica y echo de menos revisar Ally McBeal.
13. ¿Nos puede recomendar algún libro que le haya inspirado en sus últimos trabajos?
Como últimamente me he centrado en Posthumanismo, para mí son imprescindibles los textos de Philip K. Dick; y por aquello de las relaciones entre ciencia y humanidades, los libros y artículos de Katherine Hayles.