Con motivo de la Noche del Arte se inauguró una exposición colectiva en el Casal Solleric que nos llamó especialmente la atención: “Todos los cambios se han guardado” (os sonará, es la notificación que nos aparece en Google Drive): plantea la cuestión de los datos que compartimos a través de Internet, y cómo los usos que se en hacen de ellas chocan con nuestro derecho a la intimidad. Por eso hoy entrevistamos a su Comisario, Pau Waelder. Pau es Doctor en Sociedad de la Información y el Conocimiento por la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), profesor colaborador en los Estudios de Artes y Humanidades, comisario independiente y crítico de arte. Actualmente centra su trabajo como comisario en el impacto de las tecnologías digitales en la relación entre el individuo y la sociedad y su investigación académica en el mercado del arte digital. En Mallorca, ha comisariado exposiciones en la Fundación Pilar y Joan Miró, Es Baluard Museo de Arte Moderno y Contemporáneo, CCA Andratx y Casal Solleric, entre otros. El Casal Solleric acoge hasta el 6 de enero la última exposición que ha comisariado, «Todos los cambios se han guardado.» Pau nos explica qué hay detrás de cada obra de la exposición, nos habla de las nuevas tecnologías y el arte, los usos de las redes sociales, la privacidad, la capacidad de los artistas de crear ligada a la innovación. y mucho más. Abrimos un nuevo campo en nuestras entrevistas TIC, el arte, porque, al fin y al cabo, nada escapa ya a las TIC y el arte también juega un papel fundamental en nuestra sociedad con su capacidad de hacernos reflexionar.
1. ¿Nos puedes explicar de dónde surgió la idea de montar una exposición sobre los datos que compartimos y los usos que se hacen de ellos? ¿Fue difícil plasmarla en obras visuales? ¿Y encontrar artistas, o ya es un tema en auge?
Siempre me ha interesado explorar las maneras en que las nuevas tecnologías afectan a nuestra vida cotidiana, y en particular a los aspectos más cercanos, como la progresiva pérdida de la intimidad y nuestra necesidad de compartir contenidos en las redes sociales. Este es un tema sobre el que ya hace más de diez años que se habla, poco después de empezar a popularizarse YouTube, Facebook o Twitter, entre otros. En 2011 comisarié en Es Baluard Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma una exposición titulada «Extimidad. Arte, intimidad y tecnología (https://www.esbaluard.org/exposicion/extimidad/) que ya planteaba este tema mediante una selección de piezas interactivas de artistas de varios países.
Desde principios de 2000 me he especializado en el ámbito del arte contemporáneo vinculado a las nuevas tecnologías. Este es un sector de la creación artística que se ha desarrollado en gran medida fuera de la órbita de los espacios del arte contemporáneo (museos, galerías, ferias, bienales ..) pero que configura un panorama muy rico y diverso de la arte actual. Dentro de este ámbito son numerosos los artistas que actualmente se interesan por el uso que se hace de nuestros datos y exploran nuestra relación con las redes sociales. Por tanto, no me ha resultado complicado encontrar obras, pero sí ha supuesto bastante trabajo ver qué obras podían combinarse en un espacio como el de la Planta Baja del Casal Solleric.
2. ¿Están preparadas las galerías/museos para el equipamiento que requiere este tipo de instalaciones? (Conexiones wifi, etc …)?
La mayoría de los espacios del arte contemporáneo no están preparados para acoger obras de arte digital. Aunque se entiende el espacio de la galería o el museo como algo destinado a mostrar principalmente pinturas y esculturas, sólo se han ido incorporando recursos audiovisuales como proyectores y monitores de vídeo. Obviamente, muchos artistas trabajan con medios muy diversos y los espacios procuran adaptarse en la medida de lo posible, pero también es cierto que los artistas siempre están un paso adelante en lo que es el uso de nuevas tecnologías y recursos para la creación de sus obras, así que es difícil que los espacios expositivos estén preparados para cualquier tipo de obra de arte. En el caso del arte digital, habitualmente los propios artistas facilitan las obras con todos los dispositivos que hay que usar, ya sean ordenadores, routers, tablets, sensores, software u otros elementos creados específicamente para cada obra. Con todo, a veces resulta más sencillo utilizar los equipamientos disponibles en la sala que enviarlo todo desde el país donde reside el artista, y aquí es donde hay un trabajo previo de coordinación con el centro de arte o museo para especificar qué elementos se pueden conseguir en el propio centro y cuáles debe enviar el artista. La conexión a Internet suele ser un problema, aunque sea común tener una wifi en casa, en los centros de arte esto no es habitual y es necesario cablear o configurar una red específica. Sería muy bueno que hubiera una inversión general en renovar los recursos audiovisuales y digitales de los centros de arte, a fin de facilitar que se expongan obras de arte digital.
3. ¿Ya habías hecho otras intervenciones en esta línea, es un tema que te interesa/preocupa personalmente?
Sí, ya a mediados de los años 90, cuando me conecté a Internet por primera vez, me interesó saber qué tipo de arte se podía hacer en la Red. Desde entonces, fui siguiendo la evolución del arte de los nuevos medios y ampliando mi perspectiva a medida que descubría que no se trataba sólo de arte en Internet, sino también de todo tipo de arte generativo, arte en realidad virtual y realidad aumentada, arte interactivo, bioarte y un amplio abanico de formas de creación artística. En cuanto a las exposiciones que he comisariado, siempre me ha interesado mostrar las obras de arte bajo un tema que conecta con las experiencias de cualquier persona, algo cercano y comprensible (como el paisaje, la ciudad, la intimidad, el cine, el tiempo, etc…) a fin de superar los prejuicios que habitualmente pueden crear unas piezas que emplean usan tecnologías y a menudo requieren del espectador una implicación más activa, o bien comprender que lo que ve no es producto acabado, sino un proceso vivo.
4. En la exposición encontramos obras que nos muestran todos los datos que compartimos (voluntaria o involuntariamente), quizás al verlo recopilado físicamente nos puede llegar a asustar, pero también a hacernos abrir los ojos. Por ejemplo:
“I Cannot Not Communicate” de Martin John Callanan es una biblioteca con los 100 primeros volúmenes recomendados por Amazon basados en lo que leyó y compró.
“Forgot Your Password” de Aram Bartholi, une en una lista de 8 volúmenes impresos los 4,7 millones de contraseñas que en 2012 se hackearon de LinkedIn.
“Data Biography”, de Clara Boj y Diego Díaz, recoge en 365 volúmenes en papel el registro digital de todos los datos generados por los móviles de los artistas durante el 2017.
“Hyve Body Class Pimp” de Olia Lialina, recoge algunas imágenes de perfiles públicos de una red social que fue muy popular en Holanda, activa hasta 2013, rivalizando con Facebook, Hyves.
“Exhausting a Crowd”, de Kyle McDonald, es una instalación que consiste en una grabación de un espacio público y un software que permite etiquetar personas que se encuentran allí y publicar comentarios sobre ellas.
Esto nos lleva al quid de la cuestión:
¿Somos conscientes de la cantidad de información que compartimos y los usos que se hacen de ella por parte de las empresas tecnológicas? Pero, ¿hasta qué punto somos nosotros mismos los responsables del uso que hacen de nuestros datos al compartir información y tener perfiles en las redes sociales, al aceptar su política de protección de datos?
En general no somos conscientes de la cantidad de información que compartimos, aunque progresivamente nos vamos dando cuenta. He oído a menudo decir que después de mirar un producto en Amazon, por ejemplo, uno se encuentra anuncios de este producto en todas partes. O también que los anuncios aparecen a raíz de algo que se ha dicho en un email o un whatsapp. Son anécdotas que hacen que la gente sea poco a poco más consciente de que todo lo que hacemos en la Red queda registrado. No obstante, seguimos sin entender que nuestros datos tienen un valor económico y por ese motivo las grandes empresas están haciendo un negocio enorme, dado que sacan provecho de un recurso al que no damos ningún valor. Como se suele decir: «si el servicio es gratuito, el producto eres tú.» Facebook nos deja utilizar su red social gratis, pero en realidad debería pagarnos por llenarla de contenidos.
Obviamente, nadie nos obliga a usar Facebook o Google, al menos no directamente, porque sí nos vemos obligados a emplear estos servicios para no quedarnos aislados, o bien porque, en el caso de Google, pueden estar integrados dentro de nuestra empresa. En la medida en que creamos una cuenta en una red social como acto voluntario, es nuestra responsabilidad lo que compartimos, y está claro que aceptamos su política de uso de los datos porque nadie lee nunca los contratos que nos ponen delante estas empresas y que firmamos simplemente pulsando un botón. Una vez tenemos un perfil en una red social o plataforma de contenidos, nos dedicamos a crear y compartir contenidos (ya sean fotos, textos, vídeos, enlaces, etc.) porque necesitamos reforzar nuestro ego con la aprobación de los demás o también porque percibimos que esto puede ser bueno para nuestra trayectoria profesional. En ambos casos, las redes sociales están diseñadas para mantenernos «enganchados,» pendientes de las respuestas de nuestro círculo de amigos, contando los likes y los comentarios. El diseño de la interfaz está pensado para crear esta dependencia y mantenernos con la necesidad de volver a visitar el sitio web o abrir la aplicación en nuestro smartphone o tablet. Por tanto, no podemos culpar sólo a las empresas, pero tampoco podemos olvidar que saben manipular nuestros deseos y ansiedades.
5. ¿Cuáles son las alternativas para no perder privacidad? ¿Prescindir de las redes sociales? Y si no las usamos, ¿hará que nos consideren «sospechosos» de algo? Deberíamos aprender a cifrar nuestra información y comunicaciones? En relación a esto en la exposición encontramos la obra «Hunp1ng» de Carlo Zanni: inspirada en una urna funeraria de la dinastía Han, Zanni propone una escultura para preservar nuestra intimidad respecto a la webcam de los ordenadores.
La pérdida de la privacidad parece hasta cierto punto inevitable, en cuanto prácticamente todos los servicios que emplean a diario registran nuestros datos de una manera u otra. Nos fijamos en las redes sociales principalmente, pero el hecho de participar no deja de ser voluntario, mientras que los bancos, las empresas de telefonía, las líneas aéreas, los grandes almacenes, las instituciones públicas y muchos otros también tienen nuestros datos pero en la mayoría de los casos no nos dejan acceder ni controlar lo que se hace con ellos. Hay que decir que las nuevas leyes de protección de datos nos están dando una posición mejor en este sentido, pero en general seguimos sin considerar el valor que tienen nuestros datos personales ni preocuparnos por protegerlos.
Una manera de responder a esta situación es, en primer lugar, ser consciente de que todo lo que compartimos en las redes sociales, los mensajes de whatsapp y lo que buscamos en Internet queda registrado. No hay que prescindir de las redes si no se quiere, pero sí es necesario publicar contenidos con el conocimiento de lo que ello implica. Esto es especialmente importante en el caso de los adolescentes: las cosas que hacen ahora y comparten en las redes puede que no querrán recordarlas cuando sean adultos, y mucho menos que alguien las encuentre y pueda juzgarlos por aquellos contenidos.
La obra Hunp1ng de Carlo Zanni toca este tema desde la vertiente de una obra de arte que se presenta como un «objeto de culto» que invita a la reflexión. Inspirado por la necesidad de cubrir la webcam, una cámara dirigida en todo momento hacia nosotros y que se encuentra ya integrada en todos los dispositivos digitales (smartphones, tablets, ordenadores), el artista crea una escultura que tiene elementos de una urna funeraria, destinada a preservar el alma, y también de un bunker. Esta combinación nos habla del objeto como el último bastión de defensa de la intimidad, una especie de refugio y también un monumento a la pérdida de la privacidad.
6. En cuanto al uso de las redes sociales, a veces se nos genera el conflicto de si usarlas a nivel personal o profesional. ¿Ya no es posible separarlo?
A menudo el uso de las redes sociales comienza a un nivel personal y se va volviendo profesional. El impulso principal es el deseo de obtener más likes, más respuestas, y ampliar el círculo de seguidores o «amigos.» Esto lleva, bien a derivar los contenidos a temas profesionales, bien a profesionalizar los contenidos de carácter personal, como hacen muchas personas consideradas «influencers» en redes como Instagram y plataformas como YouTube. El hecho de que algunas de estas personas hayan desarrollado trayectorias profesionales en base a su presencia en las redes sociales impulsa al resto a imitar este modelo. Por tanto, en la medida en que se quiere que los contenidos que se genera sean populares, se tiende a ofrecer una imagen profesional. Al mismo tiempo, la mayoría de la gente mantiene un perfil más personal o un entorno más privado en otras redes, como los grupos de Whatsapp, que ofrecen una sensación de privacidad al ser compartidos sólo por un número reducido y controlado de usuarios.
7. ¿Piensas que el arte contemporáneo deja de lado los artistas que se centran en las TICs como forma de expresión?
Como he comentado antes, ha habido una clara separación entre el mundo del arte digital y el arte contemporáneo. Hoy en día, esta separación es menos clara, pero aún hay poco conocimiento del ámbito del arte de los nuevos medios, a lo que hay que añadir que hay comisarios y críticos influyentes que desconocen este arte, instituciones del mundo el arte que no están preparadas para mostrarlo y coleccionistas que no ven claro que este arte se pueda coleccionar. Todo ello hace que la presencia del arte de nuevos medios sea menor, aunque sea un arte plenamente contemporáneo, que habla de cuestiones fundamentales en nuestra sociedad dominada por la tecnología.
8. La exposición se podrá visitar en el Casal Solleric hasta enero de 2019. ¿Nos puedes comentar las actividades educativas en torno a la exposición?
Estos días hemos tenido un taller educativo a cargo de los artistas Clara Boj y Diego Díaz en el que han explicado a los participantes cómo obtener los datos sobre ellos mismos que tienen las grandes empresas y elaborar con este material una especie de autorretrato. El 17 de noviembre organizamos una mesa redonda en la que las comisarias Dorothee Richter (directora del programa de postgrado en comisariado en la Escuela de Arte y Diseño de Zúrich), Sabine Himmelsbach (directora de la Haus der Elektronisches Künste en Basilea) y yo mismo, hablaremos de cómo podemos plantear una reflexión sobre la sociedad digital mediante exposiciones como «Todos los cambios se han guardado». Será una conversación muy interesante con dos grandes profesionales, que haremos en inglés, puesto que no hablan castellano o catalán. Finalmente, los días 10 de noviembre y 1 de diciembre haré visitas guiadas a la exposición en las que presentaré las piezas a los visitantes y comentaremos los temas vinculados a la exposición. Todas las actividades son gratuitas, sólo hay que inscribirse llamando al 971722092 o enviando un email a llamengual@palma.es
9. Es importante acercar el arte a la ciudadanía, y que no sea sólo para una élite, y sobre todo en exposiciones como ésta que despiertan conciencias. ¿Qué piensas de iniciativas como la Noche del Arte o el Art Brunch? ¿Funcionan, o la masificación hace que no se pueda disfrutar bien de las obras? ¿Quizás se podría complementar con retransmisión por streaming/live por parte de cada galería/museo para la gente que no se quiera desplazar?
La Noche del Arte es un evento que me fascina porque, de repente, una noche hay miles de personas en la calle con la intención específica de visitar exposiciones de arte. Esto es magnífico, pero el propio éxito de la convocatoria hace que sea posiblemente el peor día para ver las exposiciones porque con tanta gente es muy difícil tener tiempo, y espacio, para apreciar las obras o informarse sobre lo que quieren comunicar. Además, los espacios expositivos no están preparados para estos aludes de visitantes. Paradójicamente, el resto del año hay muy pocas personas visitando las exposiciones un día cualquiera, ¿por qué estos miles de personas no van regularmente a ver exposiciones en vez de ir todas un mismo día? Imagino que durante la Noche del Arte mucha gente se siente «autorizada» a visitar las exposiciones, o incluso siente que es lo que hay que hacer. Me parece lógico que sea así si estas personas no tienen la costumbre de ir a los museos y galerías, lo cual es perfectamente comprensible (yo, por ejemplo, no tengo costumbre de ir a ver espectáculos de danza contemporánea y no pienso en ello si no se anuncia un festival de danza). Por lo tanto habría que encontrar la manera de que estas personas tomen la costumbre de ir a ver exposiciones, que sea algo que incorporan a su tiempo de ocio, y por eso hay que facilitar regularmente información y fomentar iniciativas que no se limiten sólo a una noche al año, sino que se hagan a lo largo del año.
10. No todos los ciudadanos o interesados en el arte tienen ocasión de ir a visitas guiadas de las exposiciones o de hablar con los artistas directamente.¿Las TICs podrían servir para acercarnos a las obras de arte y artistas y poder interactuar? Quizás como en una especie de red social/comunidad de artistas y obras donde pudiéramos obtener más información y hacer comentarios…
Esta sería una solución interesante, pero también sería necesario que los visitantes conozcan la existencia de esta red social o app y la tengan instalada en el móvil. También debería haber una única red para todo el sector, que fuera la herramienta usada por todos, porque una iniciativa así podría llevar una multitud de apps diferentes que segmentan la oferta y crearían confusión. Finalmente, tendría que haber incentivos para los artistas, comisarios y otros profesionales, que facilitarían los contenidos. Todo esto hace que sea un proyecto complejo, pero no imposible. Se han creado ya varias plataformas y redes sociales que persiguen este objetivo sin llegar a conseguirlo, como ArtStack (www.theartstack.com) o Kapsul (www.kapsul.org).
11. La realidad aumentada va por este camino, muchos de museos ya lo incorporan en su experiencia. ¿Piensas que se generalizará su uso? ¿Y la realidad virtual?
La Realidad Virtual y la Realidad Aumentada han generado mucho interés en los últimos años, aunque no son tecnologías novedosas, sólo se han hecho más asequibles. Se ha dedicado mucha atención a la RV en el mundo del arte contemporáneo últimamente, pero a mí me genera dudas porque se trata de una experiencia muy individual, que aísla al espectador de su entorno, y todavía no estamos acostumbrados a esto. Con todo, hay ejemplos muy interesantes y soluciones muy acertadas por parte de artistas como Jon Rafman, quien sabe integrar el contenido en RV con elementos del espacio físico real. La RA me resulta más interesante en cuanto permite combinar elementos generados por ordenador con el entorno real, y se ha empleado, por ejemplo, para insertar obras de arte virtuales en museos y otros espacios del mundo del arte, sin pedir permiso.
12. En cuanto a la impresión 3D, ¿en el futuro todos tendremos nuestra impresora y nos imprimiremos nuestros objetos personalizados? Y en el arte, ¿cada vez se utiliza más?
Cuando se empezó a popularizar la impresión 3D parecía que todos tendríamos una impresora en casa, pero ahora no creo que esto llegue a hacerse realidad. La tecnología es limitada en cuanto a los objetos que se pueden hacer, su tamaño, calidad, etc… y también depende de los materiales empleados, que no son particularmente ecológicos. En este sentido no puede competir con toda una industria que ya produce todo tipo de productos a precios muy bajos, y por tanto no hay realmente una motivación para imprimir objetos en casa. La impresión 3D, sin embargo, resulta muy útil a toda la comunidad maker y los artistas, que pueden fabricar piezas para sus proyectos sin depender de lo que le puede facilitar la industria, o también crear esculturas y otros objetos, como hecho Carlo Zanni con la pieza Hunp1ng. En este sentido sí resulta un aporte importante, porque libera al creador de las limitaciones de la industria y le facilita fabricar todo aquello que pueda crear con un programa de modelado 3D.
13. Los artistas son uno de los profesionales que requieren más imaginación, creatividad, etc …¿se podría aprovechar su talento, en este sentido, en los departamentos de innovación de las empresas, por ejemplo? En esta línea va la iniciativa de EEUU de pasar del STEM (ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas) al STEAM, incluyendo arte. ¿Qué piensas? ¿Está desfasada ya la división entre ciencias/letras en los estudios?
Creo que es muy necesario superar la vieja distinción entre ciencias y letras, que sólo limita el conocimiento y crea estereotipos falsos, como que los de letras sólo hacen cosas bonitas pero sin importancia, o que los de ciencias no tienen imaginación. Hace casi 60 años que el químico y novelista Charles Percy Snow criticó la división entre lo que llamaba «las dos culturas» (la científica y la humanista), pero todavía no hemos superado esta separación. La iniciativa STEAM me parece un buen paso en este sentido, dado que integra el arte y el diseño en la enseñanza científica. Pero no se trata sólo de formar «Leonardos,» personas que puedan crear arte y programar al mismo tiempo, sino también de generar un ambiente de respeto mutuo y facilitar las colaboraciones entre artistas, escritores, pensadores y científicos para que todos aprendan de los otros.
14. ¿Sucede a menudo que algunas ideas de artistas luego son comercializadas por empresas sin su consentimiento? Como ha ocurrido en el caso de la obra expuesta «Thero», de Román Torres y Ángeles Angulo, un router concebido como escultura hecho con impresión 3D de código abierto.
Sí, he visto muchos casos en que la obra de un artista, creada con la intención de plantear una reflexión o una crítica sobre la tecnología, se ha visto posteriormente incorporada a un producto digital sin esta crítica. Un ejemplo es la obra Mobile Feelings (2002) de Christa Sommerer y Laurent Mignonneau, que consiste en dos aparatos con los que dos personas pueden comunicarse sin utilizar la voz, compartiendo los latidos del corazón y su aliento gracias a una serie de sensores y elementos mecánicos. Los artistas crearon esta obra hace ya 16 años con la intención de reflexionar sobre el uso de los teléfonos móviles y su impacto en la intimidad mediante unos dispositivos inventados por ellos que nos permiten comunicar lo más íntimo. Hoy en día, los usuarios del Apple Watch pueden enviarse los latidos del corazón de un reloj al otro como parte de su comunicación. Lo que era una crítica a la tecnología se ha convertido en una función más de un producto.
15. ¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo? ¿Cómo lo haces para estar al día? ¿Qué recomendarías a alguien que se quiera dedicar a esto? ¿Las TIC son imporantes para los curators?
Lo que más me gusta de mi trabajo es que estoy aprendiendo constantemente. Aprendo de las ideas de los artistas y los temas que me hacen explorar. A veces, la inspiración la tengo ante mí, como en el caso de la pieza I Cannot Not Communicate, de Martin John Callanan, que recoge los 100 primeros libros que le ha recomendado Amazon. Mirando esta biblioteca encuentro muchos libros que quiero leer, dado que comparto intereses con el artista. Hace poco he leído el libro nº100, el relato The Machine Stops d’E.M. Forster, y me ha parecido fascinante. Para estar al día sigo muchos sitios web, veo que hacen los artistas en Facebook e Instagram y procuro viajar para ver exposiciones y asistir a conferencias o festivales. A quien quiera dedicarse al comisariado le recomiendo leer mucho, escribir sobre lo que le gusta, establecer conexiones con artistas y otros profesionales y tener una buena dosis de dedicación y paciencia, porque proyectos de comisariado como el que ahora he presentado en el Casal Solleric implican al menos un año de trabajo.
En cuanto a las TIC, considero que son fundamentales para los comisarios/as hoy en día. En el mundo pasan muchas cosas constantemente y gracias a Internet, las redes sociales y la comunicación a distancia por email o videoconferencia, es posible mantenerse informado, acceder a oportunidades que se presentan lejos de casa y crear una red de colaboraciones a nivel internacional.
16. ¿ Hay un libro o una película, relacionado con las TIC, que te haya inspirado en tu trabajo o simplemente cambiado tu forma de pensar?
¡Hay muchísimos! En cuanto a los libros, siempre me ha gustado la ciencia ficción y me fascinan autores como Stanislav Lem. También hay una extensa literatura sobre arte y nuevas tecnologías y el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad, si me pusiera a mencionar libros no acabaría nunca (la gran mayoría son en inglés, eso sí, la rápida obsolescencia de las temáticas hace que pocos lleguen a traducir). En cuanto a las películas, también son numerosas, obviamente ligadas al ámbito de la ciencia ficción, desde Metropolis y Forbidden Planet a Blade Runner o Her, sin olvidar Ghost in the Shell, Gattaca, Ex-Machina o, por supuesto, la serie de televisión Black Mirror.
También hay autores que me han resultado muy inspiradores sin tener que ver directamente con las TIC, como el escritor francés Georges Perec, quien elabora en sus textos una mirada a la vida cotidiana que considero muy necesaria y supone en cierto modo una crítica avanzada a su tiempo a la sociedad en la que vivimos, inmersa en el consumo acelerado y la espectacularidad. Para pensar en las TIC no es necesario sólo leer sobre ordenadores, softwares y dispositivos digitales, sino también sobre el hecho de vivir en la ciudad y sobre las relaciones que establecemos con los demás en nuestra sociedad, dado que la tecnología no sólo nos hace, sino que la hacemos nosotros.