Título: Vigilancia permanente
Editorial: Columna Ediciones S.A.
Idioma: catalán y castellano
Año de publicación: 2019
Páginas: 448
Género: Autobiografía
Sobre el autor: Edward Snowden
Edward Snowden (1983) es un ex-contratista técnico y ex-trabajador de la CIA, que trabajó en una empresa contratada por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos. Fue conocido por revelar que a la prensa información clasificada sobre el programa Prism de la NSA, que ponía de manifiesto una vigilancia masiva de Internet en todo el mundo. A raíz de esas filtraciones, Snowden está acusado de espionaje y de robo de propiedad del gobierno.
1. Análisis:
La píldora roja o la píldora azul. La primera te sumerge en el mundo del conocimiento de la verdad, dolorosa y cruel; la segunda te complace con la seguridad de la placiente ignorancia. ¿Cuál escogeríais? Snowden no solo se tragó la roja sin vaso de agua, para hacerla más comestible, sino que, además, quiso que los demás le acompañáramos. Todo poder conlleva una gran responsabilidad y el acceso a los archivos secretos de la primera potencia militar y económica del mundo, es un poder extraordinario. A través de este libro autobiográfico, donde Snowden (Ed, como le dicen sus amigos) nos sirve su vida sin embalajes, descubrimos la evolución de la sociedad en red y los peligros que esconde.
La primera cosa que hackeó Snowden fueron los relojes de su casa el día de su cumpleaños. Cuando tenía 6 años. Lo hizo porque no quería que aquel maravilloso día acabara nunca. Llevaba el hacking dentro. Esta anécdota, junto con otros episodios de niñez, confeccionan la primera parte del libro. Se narran los primeros contactos con las nuevas tecnologías y su mala relación con el mundo educativo reglado (nunca fue un buen estudiante). Hijo de ingeniero, el cual trabajaba para el gobierno, uno de los pasos diferenciales en su vida fue cuando tuvo acceso a su primer ordenador. Snowden describe aquel momento iniciático con una mirada nostálgica. Una época dorada alejada de estructuras piramidales jerárquicas y donde la relación entre los usuarios era de igual a igual: “Durante un espacio maravilloso y breve, un espacio que, afortunadamente para mí, coincidió con mi adolescencia, Internet lo hizo básicamente la gente y para la gente” (Snowden, 2019: 65).
¿Por qué era así? Porque acceder al Internet de los años 90 implicaba un esfuerzo, por eso quienes te encontrabas eran apasionados de la tecnología que, lejos de competir, aspiraban compartir sus conocimientos y nutrirse de los conocimientos de los otros. Había cierta lucha de egos, evidentemente, pero la cooperación y el sentido de cultura libre estaban por encima. Otro factor que destaca es la idea de anonimato. Los usuarios de aquel Internet primario no tenían intención de desvelar su nombre (mucho menos su imagen). Lo que importaba era qué decías y no quién eras. Allí podías ser quién quisieras. Estaba tan absorto con ese mundo de libertad, colaboración e información que se convirtió en lo que él mismo denomina un geek. De hecho, con solo 14 años fue capaz de detectar una vulnerabilidad en el sistema de la página web de Los ALamos. La estructura del directorio era abierta y estaba incrustada dentro de la URL. Por lo tanto, con una simple selección podía acceder a todos los archivos, incluso los clasificados.
La vida de Edward Snowden cambió después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Esta tragedia marcó profundamente a Snowden, hasta el punto de decidir entrar en el ejército. Tenía la sensación de que su país se enfrentaba a una amenaza histórica y él quería ayudar a erradicarla. A pesar de todo, su aventura fue breve debido a la lesión que sufrió durante el entrenamiento. Una vez recuperada de la lesión, pasa por un momento de debilidad emocional donde repiensa como puede ayudar en su país fuera del ejército. Decide que la mejor manera es a través de la tecnología. Así que intenta entrar a alguna de las agencias de seguridad más diligentes del país.
Agencia Nacional de Inteligencia (NSA)
La segunda parte del libro empieza con la llegada de Snowden a la NSA. Al primer capítulo de esta segunda parte, Snowden habla un poco sobre cuáles eran sus ideas políticas cuando entró a la NSA con veintidós años. Conclusión: no tenía. “El mío, ninguna, era una mezcolanza de los valores qué me habían educado y de los ideales que había encontrado en línea.” (ibídem, 143)
Trabajar para el gobierno había cambiado mucho desde que su padre entró. La generación de Snowden se encontraba un escenario muy diferente. “La honestidad del servicio público había dado paso a la codicia del sector privado” (ibídem, 145). Bautiza este nuevo funcionario público del Gobierno 2.0 como el Homo contractus. Aparecen las empresas privadas de seguridad, contratadas sistemáticamente por el gobierno, como Blackwater o Academi (matar gente por contrato) o CACE y Titan (torturar por contrato). Estas empresas eran contratos porque permitían saltarse las restricciones federales en términos de contratación de personal. Cada agencia tiene un número máximo de personal. En cambio, las empresas subcontratadas por esta agencia no están sometidas a este tipo de restricción, la única limitación posible es el dinero de los que dispongan y siempre son cantidades estratosféricas. Tan solo tienen que atestiguar ante unas cuántas subcomisiones que es un gasto justificado dado la amenaza externa que sufre el país. Bajo el paraguas del 11 S eso resultaba extremadamente sencillo. Conclusión: “el trabajo de la Inteligencia americana la hacen tan a menudo los empleados privados como los funcionarios de gobierno.” (ibídem, 153). Hay otra cuestión en juego, los intereses inherentes al proceso de presupuesto. La aprobación de presupuestos destinados a subcontrataciones como las mencionadas eran recompensadas con cargos muy bien pagados una vez finalizada la carrera política. Win-win. La estructura de subcontratos no acababa aquí, sino que se alargaba, cuanto más bajabas más opaco era la utilización de la información por parte de aquellas subcontratas por el subcontratado del subcontratado. No obstante, a pesar de la inclusión de empresas privadas en tareas de Inteligencia, el gobierno federal continuaba siendo el único capaz de autorizar a individuos el acceso a información clasificada. ¿Qué pasaba? Los trabajadores empezaban trabajando para la agencia y una vez adquirían la autorización se cambiaban a la subcontrata donde los sueldos eran más suculentos.
Después de las revelaciones de 2013, el gobierno de los Estados Unidos intentó desacreditarme refiriéndose a mí como “simple subcontratado” o “antiguo empleado de Dell”, como si con esto quisiera decir que no tenía el mismo tipo de autorización de seguridad y acceso que un empleado de la agencia con identificación azul (ibídem, 158)
La CIA
Después de superar los exámenes gubernamentales, Snowden consigue trabajar como contratista en la CÍA Empieza su periplo internacional: “Internet es fundamentalmente americano, pero tuve que irme de los Estados Unidos para entender todo lo que esto quería decir.” (ibídem, 219); “casi el 90% del tráfico de Internet del mundo pasa por tecnologías desarrolladas, propiedad o gestionadas por el gobierno y las empresas de los Estados Unidos, la mayoría ubicadas físicamente en territorio americano” (ídem). Su primer destino fue Ginebra, Suiza, donde trabajó con detectives de campo. Su tarea era manejar los datos informáticos y mantener la seguridad de la red interna.
En 2009 lo destinan en Japón donde tiene la misión de entrenar los oficiales y militares nipones para defenderse contra los hackers chinos. Además, desarrolló un sistema de copias de seguridad que permitía guardar la información de la agencia a un solo lugar que sirviera de apoyo en caso de catástrofe. Fue en Japón y gracias a los permisos privilegiados que obtuvo como informático, que empieza su investigación sobre la verdad de las agencias de inteligencia. Descubrió que las agencias violaban la ley (o la estiraban) para vigilar a millones de ciudadanos. Todas estas sospechas iniciales se confirmaron cuando al 2012 lo enviaron en Hawái y tocó de primera mano lo que él denominará “vigilancia masiva”. Esta constatación afectó profundamente al norteamericano, pasar de una visión idílica de la red a sentirse profundamente vulnerable, supuso un golpe emocional muy fuerte para él. Así que decidió dejar toda su vida de comodidades en Hawuai, viajó a Hong Kong y entregó todos los datos e informaciones que había recopilado a unos pocos periodistas. Cuando The Guardian y Washington Post se hicieron eco, el mundo entero quedó horrorizado.
2. Los metadatos y la justicia
La historia de Snowden nos revela, entre otras cosas, dos factores determinantes a la hora de controlar la población a través de la red: los metadatos y el almacenamiento de información a largo plazo. La agencias de vigilancia no dirigen su atención hacia las conversaciones privadas de los usuarios sino que, lo relevante, es la información complementaría que cualquier dispositivo crea al producirse una comunicación. Es decir, registrar a qué hora y qué duración tienen las comunicaciones, de dónde provienen y hacia donde se dirigen, etc. Mirémoslo con un ejemplo, si una carta es una forma de comunicación, el contenido de la carta son los datos, los metadatos sería los datos del sobre: el nombre del remitente, su dirección a quién va dirigida, su domicilio. Snowden afirma que el almacenamiento de estos metadatos es más intrusivo que lo escucha directa de conversaciones privadas. Todos esos datos sirven para establecer patrones de conducta al por mayor, también sirven para detectar cuando cierto usuario se comporta de forma inusual; al fin y al cabo, somos animales de costumbres. Esta información es de gran valor para las compañías puesto que permite ser más eficiente en la hora de ofrecer sus productos. Por otro lado, los expertos de las agencias de vigilancia, a través del análisis de metadatos, pueden inferir nuestras asociaciones, nuestras afiliaciones políticas y nuestras actividades reales.
El segundo gran tema que abre Snowden es lo problemático que resulta para los ciudadanos que el estado pueda almacenar esa información sin fecha de caducidad. Cualquier información sobre uno mismo podría ser utilizada en el futuro de forma perniciosa; ¿qué pasaría si todos nuestros actos del pasado se pudieran evaluar en cualquier momento del futuro, dado que tenemos un registro? ¿La justicia extrema podría acabar siendo injusticia?
Dudas para debate:
- ¿Qué diferencia hay entre el Internet de los primeros años que describe Snowden y el actual?
- ¿Sabéis qué recorrido tiene vuestra información cada vez que realizáis una busca a un motor de buscas de Internet como por ejemplo Google?
- ¿La justicia extrema puede acabar siendo injusticia?
- ¿Sabíais de la existencia de buscadores como Thor?
- ¿Qué diferencia hay entre el programa de vigilancia masiva que denuncia Snowden en su libro y las telepantalles que aparecen a «1984» de George Orwell?